Profes de la Sección 22, a la defensa de la Ciencia
Maestros del SNTE llevan 10 años al frente de la Casa de las Ciencias de Oaxaca; buscan que estudiantes formen pensamiento crítico
Con más de cuatro décadas de servicio en la docencia, dos profesores de la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) decidieron, hace más de 10 años, promover la ciencia como parte de la enseñanza. Ese camino los llevó en octubre de 2007 a formar la Casa de las Ciencias de Oaxaca, un espacio dedicado a la investigación y divulgación científica.
Flor de María Ramos Navarro y Roel Salinas Antonio son los docentes, quienes asesorados por el investigador educativo Juan Luis Hidalgo Guzmán, dieron vida a esta propuesta pedagógica y didáctica que impulsa la actualización de los profesores de secundaria y así enseñen a los alumnos a entender el entorno pluriétnico de Oaxaca con base en la ciencia.
“Somos maestros de educación básica y pertenecemos a la Sección 22, entonces la gente se sorprende que la Sección 22 tenga un espacio como este, que se preocupe por hacer presente la ciencia en la escuela”, cuenta entre risas Roel Salinas, coordinador General de la Casa de las Ciencias.
Este espacio, ubicado en San Sebastián Tutla, a cinco kilómetros de la capital, trabaja en tres líneas: la alfabetización científica y tecnológica para docentes; la divulgación, donde alumnos y profesores pueden comprender su entorno a través de la historia y la experimentación, y los campamentos científicos y noches astronómicas, donde los estudiantes exploran sitios históricos y arqueológicos del estado.
Desde su creación, la propuesta ha sido retomada por los profesores de 50 de las 250 secundarias técnicas en el estado. El espacio, además de impulsar su modelo pedagógico y didáctico, es un santuario al conocimiento, pues alberga investigaciones realizadas por docentes y alumnos, así como vestigios hallados en las distintas regiones del estado.
Entre los tesoros en resguardo está el códice de la comunidad de Yalálag, elaborado por alumnos de secundaria en su lengua materna, el zapoteco, y en el cual narran la historia y riqueza cultural de esta población de la Sierra Norte. Destaca también la numeración y geometría huave de la etnia Ikoots, así como ejemplares de seis revistas y ocho libros, resultado de las investigaciones realizadas en 10 años.
El proyecto editorial de la Casa de las Ciencias es una serie de folletos elaborados, luego de los sismos de septiembre. En ellos hay una explicación de estos fenómenos naturales, con el fin de que el maestro en el aula pueda retomarlos y así impulsar una cultura de la prevención.
Educación alternativa
Otro de los atractivos del lugar son los talleres que se ofrecen a niños y adolescentes, quienes junto con sus profesores pueden comprender los fenómenos científicos a partir de prácticas de biología, matemáticas, astronomía y hasta clases de barro.
Esta propuesta didáctica, explican los profesores, es necesaria para promover una educación alternativa, pues están convencidos que la implementada por el gobierno federal no es acorde al contexto social, cultural y geográfico del estado.
“Con una educación alternativa lo que pretendemos es que los niños en realidad se expresen, que desarrollen una capacidad de pensar en ellos, así como habilidades que les permitan establecer relaciones, conocer su ambiente y que lo puedan explicar; que a partir de la exploración conozcan su contexto, que los permita ser críticos”, señalan.
Aunque se dicen orgullosos de su espacio, Flor y Roel se confiensan preocupados, pues el presupuesto con el que cuentan es limitado. Desde el 2015, el lugar dejó de recibir el financiamiento de 50 mil pesos anuales que alzanzaba para cubrir parte de los gastos de operación. Ahora, únicamente se mantienen con recursos otorgados por la Secretaría de Educación Pública (SEP) que destina el dinero para sueldos, renta del inmueble y electricidad.
A pesar del poco presupuesto, los docentes sólo piden que el gobierno estatal haga propia esta iniciativa para que siga funcionando, aunque surgió del movimiento magisterial, su misión va más allá.
“No queremos dinero, lo que queremos es que el gobierno del estado haga suyo este proyecto porque tenemos un trabajo de 20 años con una propuesta pedagógica y didáctica, con un legado científico que es de los maestros oaxaqueños y que sólo pudo darse en un movimiento social. Si no hubiera inconformidad de los maestros no hubiera sido posible”, considera Flor.